El éxodo del rural avanza imparable en Galicia: vació en un año 32 aldeas

Dos tendencias sociológicas asentadas desde hace años en Galicia, como son la caída de la natalidad y el éxodo de población del rural hacia entornos urbanos, alimentan la tormenta perfecta para el abandono de aldeas. Que los núcleos de población queden vacíos es una de las múltiples manifestaciones del invierno demográfico que vive la comunidad. Quizás no sea la consecuencia más grave, porque muchas veces tiene más impacto sentimental que económico, pero es indicativa de una realidad imparable. El año pasado, Galicia perdió otras 32 aldeas, superando por primera vez la barrera de las 1.900 sin un solo vecino. En concreto, son 1.912.

Esta cifra, según el Nomenclátor publicado ayer por el Instituto Nacional de Estadística (INE), representa más de la mitad de las 3.676 aldeas abandonadas de España, algo casi normal teniendo en cuenta que los 30.486 núcleos gallegos representan prácticamente el 50% de los poco más de 62.000 de todo el país.

Pero lo más relevante esta vez no está en los números en sí, sino en la tendencia, porque Galicia vuelve a perder núcleos de población cuando un año antes había conseguido revertir esa situación, al repoblar 15 aldeas y pasar de 1.895 abandonadas a 1.880. Un año antes, entre 2021 y 2022, se habían vaciado, pero a menor ritmo, lo que reforzaba la teoría de que la pandemia había empujado a muchos gallegos a mirar de nuevo hacia el rural. Pero ahora, la estadística certifica que, aunque ese pueda ser un comportamiento puntual en algunos puntos próximos a las ciudades, lo de 2023 fue un espejismo. El éxodo del rural continúa.

Pontevedra es la excepción

Galicia perdió 32 aldeas en su conjunto en un año. De las 1.912 en las que ya no queda ni un vecino, la mayoría se concentran en las provincias del norte. La mitad está en Lugo, 911, lo que supone 22 vacías más que un año atrás; y en A Coruña son 671, diez más.

En el sur, Ourense solo perdió una aldea, pasando de 157 a 158; que se compensó precisamente en Pontevedra, la excepción gallega que no solo no vació ni un núcleo de población sino que ganó uno: tenía 173 sin vecinos y en 2024 el INE contabiliza 172. A Cañiza, el concello pontevedrés con más núcleos desiertos, pasó de 32 a 29. Y también se repoblaron aldeas en O Porriño (de 4 a 2 vacías) y Cerdedo-Cotobade (de 4 a 3). Por contra, perdieron poblaciones municipios como Crecente, A Estrada, Agolada y Lalín.

Esta diferencia entre el norte y el sur de la comunidad responde a diferentes causas, algunas vinculadas al desarrollo de infraestructuras o a la proximidad a polos de dinamismo económico. Pero también tienen un fondo sociológico, ya que en Ourense, como ocurre por ejemplo en Castilla y León, las entidades de población tienden a agrupar más casas y formar aldeas más concentradas; y a más casas, más probabilidad matemática de que alguna esté habitada. En A Coruña y de forma especial en Lugo el rural está conformado de forma muy diferente, con una enorme dispersión y aldeas integradas por dos o tres casas, lo que facilita que se vacíen.

Si se mezcla la dispersión poblacional y el aislamiento por falta de infraestructuras, el cóctel resultante se llama Ortegal. Esta comarca del norte coruñés, junto con la vecina de Eume y el interior de A Mariña Occidental, constituye el auténtico agujero negro del abandono rural en Galicia.

Ortigueira tiene casi tantas aldeas abandonadas (124) como todo Ourense, y si se suma el vecino As Pontes (87), más. Ese éxodo rural tiene continuidad geográfica en Muras, Ourol y Viveiro, todos limítrofes entre sí, una realidad que además avanza imparable hacia el interior de A Mariña, por O Valadouro. También se enmarcan en esa área O Vicedo, As Somozas o incluso San Sadurniño.

En Lugo, la Ribeira Sacra y la Montaña también cierran aldeas, mientras que A Cañiza (29), Pontevedra (21) y A Estrada (11) son los peor parados en el sur.

Fuente: La Opinión Coruña

Más noticias

gl_ESGL